Inicio » 2017 » Octubre » 30

Escrito por Poli Díaz Díaz, nuestro párroco. 

La Fiesta de Todos los Santos nos abre un boquete hacia la eternidad, esa esquiva eternidad para el hombre moderno, tan ensimismado y autoreferente, como si lo tuviera todo aquí y ahora y ya nada puede ser motivo de espera o ansia de futuro. Y quien se abre a la trascendencia de la vida, al misterio de Dios, puede empezar a entender el porqué de esta fiesta con que iniciamos el penúltimo mes del año. 
   Aún si visitamos a nuestros seres queridos en el cementerio, puede ser que emerja, en lo más recóndito de cada uno, una lucecita de esperanza de que un día nos uniremos en la gran sinfonía de los santos y santas en el cielo. Si falta esta dimensión trascendente, nuestra visita al cementerio se convierte en silencioso signo de los huesos que en polvo se convertirán. Esta fiesta nació para recordar al Pueblo de Dios cuán importante es la santidad que llevamos “como en vasijas de barro” como dice San Pablo. Nos hace bien este recuerdo. 
   Estamos metidos en un torbellino que nos arrastra y nos deja a merced de cualquier movimiento. Reafirmemos nuestra fe y renovemos hoy nuestro compromiso de ser santos como el Señor es Santo. Bueno, no podemos contar el número de los santos y santas de esta historia de la Iglesia. Sabemos son una muchedumbre innumerable. Muchos de ellos vivieron con nosotros aunque no nos dimos cuenta que eran fieles bautizados que vivían agradando a Dios, en las buenas y en las malas. 
  Te propongo un pequeño ejercicio. Piensa si tú has conocido una persona, familiar, amigo, que te haya dejado el “buen aroma de Cristo”. Pueden ser religiosos, sacerdotes, laicos. Fueron santos que amaron mucho a Dios y le hicieron mucho bien a su prójimo.

Categoría: Reflexiones y entrevistas | Vistas: 800 | Agregado por: UnidadPastoralWeb | Fecha: 30-Oct-2017 | Comentarios (0)