Octavio C. Velasco comparte con nosotros este relato, publicado originalmente en la revista Montemayor
(Moguer, Huelva, 2019), que nos invita a la reflexión.
“Si hay algo que odio es recoger la cocina. ¡Cómo queda todo, coño, que hay que ver, todos los santos días lo mismo…! Me pongo mala solo de pensarlo… ¡Por Dios, el día que tenga dinero…!”.
Mecánicamente, bayeta en mano, se acercó a la radio y la puso. “Así me distraigo, que aquí todo el día encerrá...”.
“Friture, dicen en Francia, todavía me acuerdo de cuando la emigración... Qué mal se oye, tengo que cambiar las pilas de una vez, a ver si luego las compro, que siempre se me olvida. No me extraña, con tanto crío, coño, y este tío que nunca está en casa…”.
“LA EMPAREDADA DE SAN MARCOS”
- ¿Qué dice el locutor este, ahora…?
Hace mucho tiempo, allá por mil doscientos y pico, vivió en Salamanca una mujer llamada Martina. A pesar del hambre, muy hermosa y bien proporcionada, alta como su padre y delgada como su madre, de mirada profunda y azul, de cielo castellano, y de largo pelo castaño. Bondadosa y muy unida a los suyos, que eran muy humildes y apenas malvivían…
“Debe ser una de esas historias del programa ese… Sí, ese de “Mujeres en la Historia”, creo”.
- ¡Mamáááá…! ¡Yaaaa…! ¡Hacho pipíííí…! ¡A impiá a gotita…! ¡Mamáááá…!
- ¡Ya voy, hija, ya voy…!
- ¡Pero cómo se te ocurre ponerte a hacer pis sin decirme ná, hija! No ves que eres pequeña y tú solita no sabes, que luego te dejas la “tipita al aide” y coges frío, y ya sé yo a quién le toca levantarse por las noches.
- Ucho pipí, mamá.
- Venga, hala, ya estás. Ven con mami al comedor y te quedas sentadita, y pintas la fichita de la A que te ha mandado la seño, mientras acabo de recoger la cocina. ¿Vale, cariño?
- Zí, mami, pero pome a tele, quio ve lo bobujo.
- Ya está. Acabo en la cocina y vengo.
Cierto día, para burlar una miseria
...
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