Por Policarpo Díaz Díaz
Parte 10 de 10
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Décimo regalo: el cariño entrañable a Benedicto XVI
No puede haber dos papas más diferentes (quizá sí los puede haber, pero hasta ahora -me parece a mí- no los ha habido). Por cultura, formación teológica, sensibilidad, contexto eclesial…
Ambos han sido muy distintos. Pero, sin embargo, a nadie nos han dejado indiferentes la
impagable “imagen” (que no pose) de comunión que ha habido entre ambos. La renuncia de
Benedicto, fue como una profecía de la necesidad de un nuevo aire, “desde lejos, desde el sur”
para la renovación de la Iglesia. Pero la renovación no es ruptura, como decía en el primer
párrafo. La renovación es constante apertura al Espíritu Santo para que sea él el que renueve,
revitalice, refresque… a la Iglesia, en la vuelta a la tradición, a los orígenes, “al modelo apostólico
enteramente primero”, que decía Juan Pablo II. Y Francisco ha sabido ser portador de ese fluir del
Espíritu. Pero fluyendo… no rompiendo. Por eso él ha acogido entrañablemente el celo y el
cuidado por el papa emérito: lo ha respetado, pero lo ha visitado; le ha cuidado con sus gestos de
cariño, con sus regalos, con sus encuentros.
Dios quiera que sigamos descubriendo más regalos, hasta completar otro decálogo de
regalos, con lo que Dios quiera seguir concediéndole de ministerio y de vida.