¡Mantengan firme la Palabra de la Vida! (cf. Fil 2, 16)
Las lecturas de hoy son: Jonás 3, 1-5. 10; Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 7, 29-31; Evangelio según Marcos 1, 14-20;
“La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad“. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: “La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo“ (In Is., Prólogo: PL 24,17). Tras la conclusión del ‘Jubileo extraordinario de la misericordia’, pedí que se pensara en “un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios“, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo” (Carta ap. “Misericordia et misera”, 7).
Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. Actualmente se ha convertido en una práctica común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se centra en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana. En las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia. Es bueno que nunca falte en la vida de nuestro pueblo esta relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de fe.
Así pues, “establezco que el III Domingo del Tiempo
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