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17:30
Párate ante la Cruz

Ya es tradición en nuestra diócesis comenzar el nuevo curso con la llamada Semana de Pastoral. Este año inauguramos la Semana con una celebración muy especial. Nuestra diócesis acoge la Cruz de Lampedusa, una cruz hecha con tablas de pateras que naufragaron en el Mediterráneo. Bendecida por el Papa, esta cruz recorre ahora el mundo. Hasta los finales de este mes, la cruz permanecerá en nuestra diócesis.

La celebración de la acogida de la Cruz tuvo lugar en la iglesia de la Purísima el pasado lunes 16 de septiembre. Queremos compartir aquí una de las reflexiones que formaron parte de esta celebración.


Leemos en el capítulo 2 del evangelio de Mateo: "El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; allí estarás hasta que te avise". Sea este un relato histórico o sólo un relato teológico del evangelista, lo que nos importa aquí es considerar que Jesús, desde que nace, es identificado con la historia del Israel como peregrino, como emigrante y como refugiado. Más tarde, Jesús sabrá lo que supone andar buscando trabajo de un sitio a otro.

Un extranjero será quien lleve la cruz de Jesús: "Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo forzaron a llevar la cruz de Jesús". Esta figura de Simón de Cirene contrasta con la del otro Simón, Simón Pedro: mientras Pedro ha renegado de Jesús, aparece aquí la figura de un extranjero, que llevará su cruz hasta el Gólgota.

Será también otro extranjero, el capitán de los soldados que crucifican a Jesús, quien sabrá reconocer lo que los dirigentes judíos negaban: "Verdaderamente este hombre era hijo de Dios". Sólo un pagano reacciona positivamente ante esta muerte, reconociendo en Jesús al mismo Dios.

Por último, Jesús va a experimentar en la cruz la más dura soledad y gritará: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?". De esta trágica manera, Jesús se hace solidario con tantas soledades y abandonos como han de padecer tantas personas injusticiadas. Sabemos que muchos inmigrantes (perdidos y ahogados en el mar, o perdidos en medio de una sociedad hostil o indiferente) tienen la experiencia de sentirse solos, abandonados de todos y hasta incluso pueden llegar a dudar de si Dios no les habrá abandonado también ante tanta dureza como tienen que soportar.

Fijémonos ahora en las manos y en los pies de Jesús, clavados… En sus llagas, en las huellas de sufrimiento y de dolor… Esas manos clavadas… ¿no se parecen acaso a esas manos que empuñan los remos de una patera? Manos y brazos que reman con todas sus fuerzas, hasta el agotamiento. Esas manos clavadas… ¿acaso no son las manos del compañero de patera que se agarran firmemente a las manos del que ha caído al mar intentado evitar lo que muchas veces es… inevitable? Manos que despiden… incapaces de rescatar al otro porque no les quedan ya más fuerzas. Esas manos clavadas… ¿no son las manos que trepan por las vallas, en las fronteras de Ceuta y de Melilla? Manos que, una vez llegadas a lo alto, se encuentran con esos malditos pinchos, concertinas asesinas, infames clavos del siglo XXI, que están esperando como esperaron los clavos a las manos de nuestro Señor para taladrarlas y asirlas al madero…

Y esos pies clavados… ¿no son también los pies, descalzos en la mayoría de los casos, de aquellos que tras conseguir desembarcar corren hasta la extenuación y hacia ningún lugar para terminar -en el mejor de los casos y si hay suerte- en una playa en… Algeciras… por ejemplo? Señor Jesús en esta noche de vigilia Te pedimos que nos ilumines, que nos des tu luz para poder hacernos las preguntas necesarias, preguntas valientes, preguntas precisas.

Porque… la pregunta no es por qué llegan tantos inmigrantes a nuestras costas, sino por qué abandonan sus casas, su tierra, su gente… Porque… la pregunta no es dónde desembarcan tantas pateras, sino de dónde vienen… Porque… la pregunta no es qué vienen buscando, sino qué es lo que no encontraron para tener que dejar todo, o mejor dicho, lo poco que tenían… Porque… la pregunta no es cuántos son, sino quiénes son…

Tantas preguntas, Señor… ¡tantas preguntas! Tú, desde la cruz, también hiciste una última pregunta: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" Y tú, Señor… tú hoy, desde la Cruz, mirándonos, nos haces otra pregunta que no puede dejarnos indiferentes y ante la que no podemos escondernos ni mirar para otro lado… Como hombres, como cristianos y como sociedad estamos obligados a darte una respuesta cuando Tú nos preguntas… "¿Qué has hecho con tu hermano?".

Equipo de “Noches de Pan y Luz” Unidad Pastoral Centro Histórico

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