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¡Viva la Virgen de la Esperanza!

Relato de Octavio C. Velasco. Originalmente publicado en la revista CHRISTUS 2021.


Somos treinta y tres primos por parte materna y, con el paso de los años, casi nos hemos perdido la pista unos a otros. Menos entre hermanos, solo nos hemos visto de guindas a brevas o en entierros y bodas.

Después del funeral de mi madre, uno de los primos pequeños sugirió la idea de hacer un grupo de whatsApp y creó la Velascada. Nos ha permitido poner al día nuestras vidas y mandarnos fotos antiguas y actuales. Incluso, hemos quedado alguna vez en torno al santo del abuelo materno, san Octaviano de Cartago, que cuando éramos pequeños era la celebración familiar por excelencia.

Deberíamos repetir estos encuentros porque, al recordar, se revive. Recordar quiénes somos, de dónde venimos y a los que ya no están. Y brindar por lo que nos quede, Dios mediante.

Después del último, se sucedieron mensajes y mensajes con recuerdos y recuerdos... Entre ellos, una de las primas, nos refrescó otro casi olvidado.

Loli (misionera en Lima, Perú): “¡Aquí está mi salvador, bueno, nuestro salvador!” (acompañaba el mensaje la foto, amarilla y cuarteada por los años, de un niño algo temeroso, con cara de pueblo y el pelo peinado a flequillo, con un jersey crecedero remendado en un codo, sentado en un pupitre y, en la mano derecha, una pluma con la que parecía escribir en una cartilla de la época; los ojos al frente, un globo terráqueo a la derecha y un mapa político de la España de los sesenta detrás, una de esas que tenemos todas y todos. No sé de dónde la habría sacado, apenas me reconocí). Las palabras me despistaron pero, al releerlas y mirar la foto con detenimiento, los lentos y perezosos recuerdos fluyeron rápido, como cascada que se precipita en la memoria...

Tito (Salamanca): ¡Ya sé por qué lo dices, prima...! Tendríamos siete u ocho años y volvíamos una tarde después de la escuela, de Topas al Taragudo. Era invierno. Había llovido todo el día y el camino estaba embarrado y moteado de charcos de agua, que se confundían con el regato que fluía paralelo al camino. Los burros se resbalaban con facilidad y temíamos caernos. Habría sido más prudente no ir a la escuela, pero para nuestros padres y abuelos era una obligación sagrada, y como había dejado de llover un poco en la mañana...

Al salir de la finca hacia Topas, una vez montados en los burros, la prima Carmen nos hizo rezar un avemaría a la Virgen de la Esperanza, nuestra protectora en el camino, como hacíamos siempre desde que nos empezaron a llevar a la procesión de las Cinco de la mañana. Y ya en la tarde, de regreso a la finca, al salir de Topas, otra avemaría. Delante, la prima Carmen y Lumi, su hermano acurrucado a la espalda, en el burro. Detrás, en la burra, iba a las riendas y, abrazada a mí, la prima Loli. Embutidos en los abrigos y tocados con pasamontañas. Bien nos vino rezar, que desoímos lo que nuestra tía de Topas nos dijo con insistencia, que esperáramos, que vendrían a buscarnos, que la tarde estaba mala y el camino peor. Lo que es no querer dar molestias a nadie... El regato, al salir de Topas, iba turbio y crecido. Los burros dudaban si pasar y casi se espantaron, pero cruzamos.

Paqui (Barcelona): ¡Qué recuerdos tan bonitos!!!

Tito: Y seguimos hacia El Taragudo muertos de frío, eran tiempos de sabañones. Llovía y llovía, calados. En nuestro afán por ir a casa, seguimos. De nuevo, al llegar a la alameda tocaba cruzar el regato, desbordado. Los burros se negaban. Remontamos un poco por encima del paso y tanto azucé a la burra en la que íbamos Loli y yo que, al cruzar, perdió las manos y se espantó. Con la fuerza de la inercia me lanzó adelante, al agua fría, marrón y brava. Ella reculó como alma que lleva el diablo. En la corriente chapoteé cuanto supe y pataleé cuanto pude, un rato interminable en el que oía los gritos y los lloros de los primos. Alcancé la orilla y me agarré a unos juncos que resistían embarrados. Tragué agua, recuerdo la boca terrosa y el rechinar de los dientes entre arenas frías.

Tito: Fue la inercia al ser lanzado, creo hoy, pero allí pude dejar la pelleja.

Tito: Anochecía. Con miedo y barro en aquel abrigo verde y raído heredado de mi hermana, que pesaba un quintal, corrí como pude hasta las casas de la finca. Acezando, no sé si por el frío o por el cansancio.

Paqui: ¿Y Loli???

Tito: Allí, a mitad del camino, quedaron. Al verme llegar mi madre, con un haz de leña en brazos, empezó a gritar comprendiendo que algo había pasado. Me castañeaban los dientes pero, al fin, me sacaron el suceso y creo que fueron con el viejo Lanz a buscarlos.

Tito: Mi madre daba todo el rato gracias a la Virgen. Calentó agua a la lumbre, me bañó en el barreño grande, como los domingos antes de ir a misa a Topas, hizo la cena y me puso al calorcito de las brasas con una manta a la espalda.

Tito: Mi tía empezó a decir que había sido algo heroico, que un niño tan chico no podía haber salido con bien de aquello. Y días después escribió a Operación Plus Ultra contando lo sucedido, un programa de radio para premiar a niñas y niños que hacían alguna heroicidad. Si te seleccionaban, te llevaban a ver al Papa con ellos, y te pagaban el viaje y todo.

Tito: Estuvimos algunas tardes escuchando la radio, por si acaso.

Tito: Sin duda calibrarían la realidad, la inercia al salir despedido del animal me lanzaría hasta la otra orilla, y nada más.

Tito: Y ahora, cuarenta y cinco años después, Loli trae estos recuerdos... Prima, te quiero mucho... Sobre todo por esa fe que te lleva, por otros andurriales, hablando del verdadero Salvador del mundo al prójimo y al necesitado... A los demás también, claro, pero es que hay experiencias que unen... ¿O no?

Tavi (Salamanca): ¡Qué bonitos son los todos los recuerdos del Taragudo, prim@s!

Toñi (Salamanca): ¡Qué película de suspense...! Nos has tenido realmente intrigad@s..... No te llevaron a ver al Papa... Yo creo que la sal de tu bautismo hizo su trabajo... Te bautizamos muy bien Fonsi, el cura y yo... No cabe otra.

Tito: Seguro que eso sería, padrino. Y buena noche a toda la Velascada, que mañana es día de escuela...

Tito: Y ahora que hablas de películas, Toñi, cuando los primos vieron que salía del agua, me decían desde la otra orilla: "Corre, Tito, corre". Y yo corría y corría, y los dejaba atrás...

Tito: ¡Qué unidos estábamos...! ¡Bendito Dios...!

Loli: Ahora me toca a mí seguir la historia. Tito, tú te fuiste corriendo y nosotros nos pusimos a rezar el rosario, lo recuerdo perfectamente. Lumi, ¿te acuerdas?

Loli: A cada misterio parábamos y nos poníamos a llorar. Y cuando íbamos por el tercer rosario, oímos unos gritos: “¡¡¡Niiiiñoooos!!!, ¡¡¡Niiiiñoooos!!!!... Vimos una luz y salimos corriendo llenos de una gran alegría empapada en agua y frío. Era un pastor y, haciendo un acto de fe, más arriba de donde cayó al agua Tito y por un sitio angosto que nos dijo, saltamos el regato y caímos en sus brazos uno a uno.

Loli: Sentí fuertemente la presencia de la Virgen y siempre he pensado que Ella y el esfuerzo de Tito nos salvaron. Por eso, ‘humanamente’ Tito es nuestro salvador, con ayudita de Nuestra Madre... ¿Qué les parece la historia, prim@s?

Francisca Rosa (Salamanca), al día siguiente: Yo casi lloro... Buenos días, Velascada.

Paqui: ¡Qué madrugadora, Francisca!!!

Josemari (Salamanca): ¡Vaya historia, primos! ¡Buenos días, madrugadoras!

José Luis (Salamanca): ¡Buenos días! La historia de anoche bien podría llevarse al cine... ¡Qué tiempos aquellos!

José Luis: Un beso a todos...

Josemari: Eso sí son hechos reales...

Tito: Buenos días, desde el recreo. Con frío, pero con sol. Escribo a escondidas desde el servicio, que no podemos utilizar el móvil en tiempo escolar...

Tito: ¡Qué bueno esto de la Velascada! Me ha permitido saber el lado de mis primos. Gracias, Loli, por contarlo... Muchos besos...

Lumi (Salamanca): Yo no tengo claro, por la edad que tenía, si lo viví o si lo oí contar después. Fuera como fuera, ¡gracias Tito, nuestro salvador...!

Loli: Sí, estoy de acuerdo. Lumi, tú solo llorabas... Ja, ja, ja.

Marce (Venta de Baños, Palencia): Vosotros lo decís, y así sería. Yo no recuerdo nada, aunque se lo oí contar hace tiempo a mi hermano. ¡Besos!

Tito: ¡Ay, primos, que no creo que fuera para tanto! Los hechos nos llevaron y tiramos pa’lante como se pudo. Nada más.

Carmen (misionera en Guadalajara, México): Prim@s, que sepan que he disfrutado leyendo los whatsApps de ayer y rememorando cosas de antaño... Estaba en la universidad y era muy tarde cuando llegué a casa... Como saben, tenemos muchas chicas recogidas en nuestra Casa y procuramos hablarles de Jesucristo y de Nuestra Madre María... Recen cuanto puedan por nosotras y no olviden que seguimos necesitando su aportación económica para mantener la Casa de acogida...

Carmen: Lo recuerdo perfectamente, tal como lo han referido ustedes... Después, en el refectorio, se lo contaré a las chicas y a las hermanas... De cómo fue la Virgen de la Esperanza quien nos sacó adelante en aquel trance de nuestras vidas... Y de cómo, en Semana Santa, nuestras madres nos llevaron a la procesión de las Cinco de la mañana, para dar gracias. Y también los años siguientes... ¿No se acuerdan ustedes...? Aquello estuvo padrísimo, prim@s... Buen día, y ¡Viva la Virgen de la Esperanza...!

Foto: Inmaculada Gómez

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