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Dentro de una semana, el jueves 18 de octubre, darán comienzo los encuentros organizados por El Castillo Interior. Un espacio de interiorización, de silencio y de escucha interior. Este curso, los encuentros llevan por título El Libro de la Vida. Éste libro de Santa Teresa de Jesús se recorrerá de forma participativa en los encuentros.
Para saber un poco más hemos preguntado a Macu Hernández, miembro de este grupo de oración y de nuestro Consejo Pastoral, que vive en profundidad la espiritualidad carmelitana desde el laicado.
Ante esta propuesta uno se pregunta: ¿Santa Teresa tiene algo que decirnos a las personas de hoy? Nos separan tantos siglos...
Los grandes personajes de toda la historia tienen siempre una palabra viva. Es más casi me atrevo a decir que el mensaje de Teresa nunca está en condiciones de saberse mejor entendido que hoy. Tiene una palabra muy fuerte para el hombre y la mujer de hoy.
De tantos escritos que tiene Santa Teresa, ¿por qué se ha escogido este libro en concreto?
Hemos escogido el Libro de la Vida porque fue su primera gran obra donde ella cuenta su propio proceso de manera sencilla y llana con total honradez. En él podemos encontrar muchos ecos de nuestra propia vida.
Tendemos a pensar en la oración como algo muy personal: ¿para qué un grupo?
La fuerza de la oración comunitaria, el silencio compartido tiene una fuerza enorme. Ya lo decía Jesús, "cuando dos o más estén reunidos en mi nombre allí estaré yo entre vosotros". Teresa insistía mucho: no caminéis solos, haceros espaldas. Compartir este itinerario nos da luz unos a otros. Con la experiencia del otro aprendo yo. Me ilumina a mí.
Gracias, Macu, por tus hermosos comentarios. Nos vemos el jueves 18 de octubre a las 20:00 en la iglesia de San Martín. Recordad que no es necesario inscribi
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Reflexión sobre las lecturas de este domingo por Jesús García Ormaechea, monitor de Biblia.
Lecturas: Exodo 20, 1-17; 1 Corintios 22-25; Juan 2, 13-25
En la primera lectura nos fijamos en un detalle importante y que aparece al principio “el Señor pronunció las siguientes palabras”. Los hebreos no dicen, como nosotros, «mandamientos», sino que prefieren decir «las diez palabras», para quitar toda idea de legalismo. Estas no son imposiciones más o menos arbitrarias, sino palabras de revelación, que iluminan el camino de hombres libres y con intención de permanecer así, respetuosos de los derechos tanto de Dios como de los hermanos.
En la segunda lectura Pablo rechaza de plano la eterna tentación del hombre, que ya desde los orígenes, pretende bastarse a sí mismo y prescindir de Dios como fuente de salvación. Para ello se sirve de la teología de la cruz en la que opone la sabiduría humana que no salva ni lleva a Dios a la misteriosa sabiduría de la cruz, que asume toda la debilidad, la angustia y la profundidad a la que ha llegado el amor de Dios, pero es también paradójicamente el camino de salvación que Dios ha abierto para el hombre.
No es difícil imaginar el escenario que nos relata el evangelista y que al tratarse de Juan es más bien un signo, lo dice expresamente el texto al final “al ver los signos que hacía”. Lo importante de este suceso es que nos permite descubrir que el gesto de Jesús no pretende suprimir la actividad de los comerciantes y cambistas, lo cual era legal en el funcionamiento del templo, sino para poner de manifiesto que Él mismo es el nuevo Templo. No se trataba de corregir abusos, ni de poner orden, ni de purificar, sino de sustituir. Para Jesús, era el gran obstáculo para acoger el reino de Dios tal como él lo entendía y proclamaba. Su gesto ponía en cuestión el sistema económico, político y religioso sustentado desde aquel lugar santo. No hay que olvidar tampoco que cada uno de nosotros somos también templo del Espíritu Santo y que por tanto se hace presente en cada persona que es capaz de reconocer a Jesús como Dios nuestro Señor, lo cual nos compromete, y no poco, en el trato que damos a todos aquellos que se cruzan en nuestras vidas.
Con Jesús se inicia un tiempo nuevo y otra forma de relación
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Reflexión de Leo Ramos, sacerdote diocesano.
Algunos dicen que estamos, más que en una época de cambio, en un cambio de época; y en ésta, para bien y/o para mal, la globalización, la interconexión y la comunicación son tres de sus características. Fruto de estos tres fenómenos es el desarrollo tanto de los clásicos medios de comunicación y como de los tan en boga social media, es decir, todas las plataformas de internet (webs, blogs, aplicaciones para móviles…), con sus diferentes soportes (móviles, tabletas, PCs…) y redes sociales (Facebook, YouTube, Instagram…). Es la era digital. Como cristianos, tenemos el reto de afrontar esta nueva etapa de la historia y acercarnos al hombre que protagoniza esta nueva manera de entender la realidad, realidad de la que también nosotros somos parte, por cierto. No se trata de acercarnos a los social media como meros instrumentos para anunciar el evangelio de Jesús, sino que la comunicación misma ha de ser parte del mensaje. Es un modo nuevo de comunicarnos donde la horizontalidad, la inmediatez y la interconexión son sus características. La red se ha convertido en el ámbito para interactuar con los otros (sin que esto sustituya nunca el encuentro personal, claro está). Y allí donde está la gente hemos de estar los cristianos, hablando el lenguaje de la gente, en este caso el del mundo digital. Llamémoslo “pastoral digital”. Esto es la evangelización y si no hacemos esto, estamos dejando de lado lo que da sentido a la Iglesia, esto es, la evangelización.
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Reflexión de Pilar Bazo, misionera Verbum Dei
Frente a grandes dificultades los mayores nos afanamos en buscar soluciones efectivas y rápidas. Cuando en una casa hay problemas, apartamos a los niños, su pequeñez nos lleva a ignorarles, mejor los dejamos a un lado para que no nos molesten y así nosotros seguimos elucubrando, buscando y buscando respuestas.
No hacía lo mismo Jesús, que buscaba la cercanía de los niños y tampoco hizo lo mismo el obispo francés, Forbin-Janson, que allá por el 1843 y frente a una difícil situación de los niños en China, encontró que la mejor ayuda que podía encontrar sería contar con los niños de su Diócesis y así surgió la Infancia Misionera, cuya máxima es: “Los niños ayudan a los niños”
Hoy, en el 4º Domingo del Tiempo Ordinario, celebramos la Jornada Nacional de Infancia Misionera. Creo que si seguimos la intuición de Jesús y de su fundador, debemos contar con los niños en esta Jornada, ¿Qué entienden del evangelio de hoy?
Vamos a probar y escuchamos lo que tienen que decirnos. Leemos Marcos 1,21-28 y les pedimos a los niños que vayan diciendo lo que han entendido. “Es un país donde hay monstruos malignos”, dice uno, “son las fuerzas del mal”, contesta otro, “hay un superhéroe” grita el más travieso, “siii”, dice otro “y tiene una gran misión” rápidamente hablando todos a la vez comienzan a meterse en la historia que se parece a alguno de sus video juegos, eso sí que es guay.
En realidad eso es lo que pasa en este evangelio, los niños lo entienden, “existe el mal y la maldad”, “existe la mentira”, y “la pobreza” y “también las riñas y las malas palabras”, “la desigualdad”, “el hambre” “hay niños explotados de muchas formas”…- Hay monstruos malignos –
Pero… ¿Hay superhéroes? Jesús nos enseña con su vida, nos ofrece la posibilidad de serlo, nos regala esta maravillosa misión de terminar con el mal. Lo podemos hacer los mayores, pero nunca debemos excluir a los niños, ellos pueden ser excelentes héroes
La Jornada de hoy, nos apremia a animar y a dejar que
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Escrito por Poli Díaz Díaz, nuestro párroco.
La Fiesta de Todos los Santos nos abre un boquete hacia la eternidad, esa esquiva eternidad para el hombre moderno, tan ensimismado y autoreferente, como si lo tuviera todo aquí y ahora y ya nada puede ser motivo de espera o ansia de futuro. Y quien se abre a la trascendencia de la vida, al misterio de Dios, puede empezar a entender el porqué de esta fiesta con que iniciamos el penúltimo mes del año.
Aún si visitamos a nuestros seres queridos en el cementerio, puede ser que emerja, en lo más recóndito de cada uno, una lucecita de esperanza de que un día nos uniremos en la gran sinfonía de los santos y santas en el cielo. Si falta esta dimensión trascendente, nuestra visita al cementerio se convierte en silencioso signo de los huesos que en polvo se convertirán. Esta fiesta nació para recordar al Pueblo de Dios cuán importante es la santidad que llevamos “como en vasijas de barro” como dice San Pablo. Nos hace bien este recuerdo.
Estamos metidos en un torbellino que nos arrastra y nos deja a merced de cualquier movimiento. Reafirmemos nuestra fe y renovemos hoy nuestro compromiso de ser santos como el Señor es Santo. Bueno, no podemos contar el número de los santos y santas de esta historia de la Iglesia. Sabemos son una muchedumbre innumerable. Muchos de ellos vivieron con nosotros aunque no nos dimos cuenta que eran fieles bautizados que vivían agradando a Dios, en las buenas y en las malas.
Te propongo un pequeño ejercicio. Piensa si tú has conocido una persona, familiar, amigo, que te haya dejado el “buen aroma de Cristo”. Pueden ser religiosos, sacerdotes, laicos. Fueron santos que amaron mucho a Dios y le hicieron mucho bien a su prójimo.
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