Por Octavio C. Velasco. Profesor de Lengua y Literatura Española en Secundaria.
En tiempos de confinamiento uno se da cuenta de cuánto pierde, de cuánto gana, de cuánto anhela. Sobre todo de cuántas personas, lugares y cosas se echan de menos.
Lo primero es lograr, en lo posible, la salud y la seguridad de los que conviven con uno y las propias. También las de los de al lado, por si nos necesitaran. Así debe ser, por solidaridad.
La previsión es clave en esto, aunque las causas del aislamiento nos sorprendan. La actitud de calma, en la sorpresa, es fundamental para procurar a otros, y procurarse, lo más necesario.
Después, los días pasan y cada uno nos puede traer, como así ha sido, un familiar, un amigo, un conocido que lo está pasando mal o que ha fallecido. Uno se da cuenta de la fragilidad de la vida y se siente inerme. El siguiente puedes ser tú, a pesar de todas las previsiones. Ahí, dependiendo de la gravedad, el miedo te araña. Aquel o aquellos que tienen fe están de enhorabuena, bien para encomendarlos, o para encomendarnos, a Dios y a las manos de los sanitarios, sobre todo. A aquel o a aquellos que no, les toca confiar en una buena gestión humana, que no es poco.
Tantas situaciones, dificultades, dolor, muerte, también alegrías, como personas superaban o no la enfermedad.
En ese tiempo trabajas, si es el caso, ves películas, haces comidas, recoges, limpias, vas a la compra… Y, sobre todo, sueñas… y aún te sorprende el tiempo libre. Sueñas con la libertad y anhelas salir al campo, a la naturaleza… Parece que la abrazas por momentos.
En esos días el aplauso a los sanitarios, a las ocho de la tarde, nos ha unido y ha sido hasta necesario.
Solidaridad. Lo hemos necesitado y lo necesitamos –además de las normas de higiene, entre otras medidas. Quizá lo necesitaríamos siempre, para estar unidos en algo más como ciudadanos. O un acto similar, aunque hubiera que acordar algún día a la semana u otra hora, tal vez.
Se ha necesitado tener un gesto común, para andar juntos durante el aislamiento. Se trascendía a sí mismo, por la confluencia con las d
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