21:45 Noches de Pan y Luz. 10 de agosto |
Nicodemo, el visitante nocturno Querido amigo, querida amiga: gracias por unirte a nuestro encuentro de oración desde la distancia. A continuación verás los materiales (canciones, lecturas, comentarios) que hemos preparado para el encuentro de Noches de Pan y Luz de hoy, día 10 de agosto. Esperamos que te ayuden a tener tu propio momento de oración en casa, o en cualquier otro lugar desde el que decidas acompañarnos.
Nicodemo -según el Evangelio de Juan- (el único evangelio en el que aparece), es un fariseo rico, influyente, maestro en Israel y miembro del Sanedrín. Con esta oración pretendemos descubrir más íntimamente a este buscador de la Luz, a este visitante que llega desde la noche oscura.
1. Nicodemo, de noche... Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como Maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él”. Jesús le contestó: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?”. Jesús le contestó: “En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: “Tenéis que nacer de nuevo”; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu”. Nicodemo le preguntó: “¿Cómo puede suceder eso?”. Le contestó Jesús: “¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes?” (Juan 3, 1-10).
Comentario Es Nicodemo quien toma la iniciativa y va a donde está Jesús, aunque de noche. Saluda a Jesús y lo llama Maestro, porque intuye que es un hombre venido de Dios, pero Nicodemo, se mueve entre tinieblas y, a pesar de ser un maestro de la Ley, tiene que preguntarle hasta en 3 ocasiones, porque no comprende bien las respuestas de Jesús.
Reflexión personal. Y nosotros, con nuestros temores a ser señalados, ¿damos el paso para acercarnos a Jesús? Con nuestras oscuridades, ¿qué preguntas le hacemos a Jesús?
2. Jesús, la luz Dijo Jesús: “En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”. (Juan 3, 11-21)
Comentario Jesús, que no excluye a nadie, también acoge a Nicodemo, a pesar de ser un hombre rico e influyente y, a lo largo del diálogo, va a ir conduciéndolo pacientemente, hacia la Luz.
Reflexión personal. Y nosotros ¿acogemos a todos y llevamos la luz a los demás? ¿Nos convertimos, renacemos para buscar la verdad y la luz?
3. Nicodemo, testigo fiel Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima. Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron: “¿Por qué no lo habéis traído?”. Los guardias respondieron: “Jamás ha hablado nadie como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos”. Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?”. Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas”. Y se volvieron cada uno a su casa. (Juan 7, 44-53)
Comentario La segunda vez que aparece Nicodemo en el Evangelio de Juan, es bien significativa: con motivo de la fiesta de los Tabernáculos o de las Tiendas, los sumos sacerdotes y los fariseos ordenan prender a Jesús. Los enviados no se atreven a detenerlo por la dignidad que emana Jesús y, ante el enfado de las autoridades, Nicodemo de forma inteligentemente defiende a Jesús.
Reflexión personal. Y nosotros ¿hacemos oídos sordos o aprovechamos las oportunidades para hablar de la Verdad? ¿Buscamos inteligentemente las palabras oportunas o “prudentemente” nos escaqueamos?
4. Nicodemo, discípulo y amigo Después de la muerte de Jesús, José de Arimatea, que era discípulo aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. (Juan 19, 38-40)
Comentario Por tercera y última vez aparece fugazmente Nicodemo en el evangelio de Juan, cuando la mayor parte de los amigos han desaparecido. Se presentaos inmediatamente después de la muerte de Jesús y llegó con su fe convertida en ofrenda funeraria para quien le había abierto el camino de la vida. Aportó para el sepelio del Maestro unas cien libras (algo más de 30 Kg) de mirra y áloe. Con esos perfumes parecía anunciarse el carácter regio de Jesús y su victoria sobre la muerte.
Oración final
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