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Noches de Pan y Luz 17 de agosto

Te seguiré, sí, pero…

Querido amigo, querida amiga: gracias por unirte a nuestro encuentro de oración desde la distancia. A continuación verás los materiales (canciones, lecturas, comentarios) que hemos preparado para el encuentro de Noches de Pan y Luz de hoy, día 17 de agosto. Esperamos que te ayuden a tener tu propio momento de oración en casa, o en cualquier otro lugar desde el que decidas acompañarnos.

 

Presentación

Todos somos seguidores de Jesús, enamorados de Jesús, de su Evangelio, de su proyecto de Reino para todos. Hemos sentido claramente su llamada y con todo nuestro entusiasmo le hemos seguido. Pero este seguimiento se ha ido enturbiando con el caminar de los días. En ellos hemos ido, a veces, conjugando en equilibrios peligrosos, el deseo de Dios sobre nosotros y nuestros propios deseos. Hemos ido viviendo momentos de luz y momentos de sombra, momentos de ardor apostólico y momentos que no somos ni fríos ni calientes. La presencia de la noche a veces ocultaba la luz. “Yo soy la luz del mundo”.
La figura de Pedro que nos muestran los evangelios es de alguna manera la plasmación vital de nuestros propios caminos. Él va a ser hoy nuestra referencia en este rato semanal de oración contemplativa.
Pero antes de comenzar recordamos aquellas palabras de Jesús: “Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo”. Por eso comenzamos santiguándonos “En el nombre del Padre…”. Ahora ya está con nosotros el Señor Jesús.
Comenzamos tomando conciencia de que estamos ante el Señor y en comunidad, junto a aquellos que se unen a nuestra oración a través de las redes. Para ello, comprobamos que tenemos el teléfono apagado. Luego dejamos lo que tenemos en las manos y las ponemos en las piernas. Cerramos los ojos… Y tomamos conciencia de nuestro propio ser corporal… mis pies… que no muevo, solo tomo conciencia de ellos… lo que tocan, donde se apoyan… mis pantorrillas… mis rodillas… los muslos… mis glúteos… cómo se apoyan en el asiento…mi abdomen… el tórax… noto cómo entra el aire… y cómo sale… siento los latidos del corazón… la respiración es lenta… mi cuello que sujeta la cabeza… no me muevo, solo tomo conciencia de mi ser… mi cara… mi nariz por donde entra la vida… los párpados cerrados… mi cuero cabelludo… mis brazos… los codos… mis manos… Ese soy yo. Esa soy yo… Y estoy ante ti, Señor… para que me mires con tu mirada que salva, que plenifica la vida.

 

1. La llamada

 

Así, ausente de lo que es la vida ordinaria que ha quedado lejos, fuera de mí, escucho la Palabra del Señor.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1, 16-18)
Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: —Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres. Al punto, dejando las redes, le siguieron.

 

Simón Pedro escucha la llamada de Jesús y, al punto, le siguió. Como yo. Tal vez ocurrió un día, o en una época… O a raíz de un evento, tal vez gozoso, tal vez duro y doloroso que me puso en situación extrema… tras el cual se escondía la invitación a seguir a Jesús. En unos momentos hago memoria de cómo fue mi primera llamada, mi primer amor. Escucho el canto que expresa lo afirmado entonces, en aquel enamoramiento.

 

 

2. El seguimiento

 

Pedro, como el resto de los discípulos, sigue a Jesús, con sus entusiasmos y sus crisis. A la pregunta de “¿Quién dice la gente que soy yo?” los discípulos recogen las imágenes de la opinión pública. Y a la pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” Pedro responde: “Tú eres el Mesías”. Pedro en el lavatorio de pies se opone a ser lavado: “No me lavarás los pies jamás”. Y cuando Jesús ora en Getsemaní Pedro, como los demás discípulos, duerme. El mismo Pedro regaña a Jesús por anunciar cómo va a ser condenado y ejecutado. Es cuando Jesús, a quien ha dejado todo y le siguió incondicionalmente, le llama “Satanás” porque sus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios. Y para poner la guinda, cuando en la cena de despedida Jesús anuncia su captura y su muerte inminente, el mismo Pedro, vehemente y apasionado, afirma: “Aunque tenga que morir contigo jamás te negaré”. Finalmente, en el prendimiento Pedro, según el evangelio de Juan, coge la espada y corta la oreja a un siervo del sumo sacerdote.

¿No es esa mi propia historia? En ella se entrelazan la pasión por el Reino y los valores y criterios propios de la sociedad que está alrededor. La afirmación y la negación. Somos santos. Y también Satanás. A veces nuestros pensamientos son de Dios. Y a veces son de los hombres.

Noches de pan y luz. Noches para quien vive hambriento y en plena oscuridad.

Reflexiono:

1. ¿Cuántas energías he puesto al servicio del proyecto de Jesús, el Reino de verdad y justicia? ¿Cómo he sido testigo de su vida resucitada?
2. A la vez, ¿qué cosas hambreo? ¿Qué valores de nuestra sociedad me habitan en el corazón y no me permiten seguir con el entusiasmo del primer amor?

 

 

3. La crisis

 

Hay un momento culmen en el que los tiempos de oscuridad se concentran. Escuchemos el evangelio.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26, 69-74)

Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una criada y le dijo: —Tú también estabas con Jesús el Galileo. Él lo negó delante de todos: —No sé lo que dices. Salió al portal, lo vio otra criada y dijo a los que estaban allí: —Éste estaba con Jesús el Nazareno. De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre. Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: —Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata. Entonces empezó a echarse maldiciones y a jurar que no lo conocía. Al punto cantó un gallo.

 

 

Pedro, oculto entre la multitud, seguía a Jesús desde lejos tras el prendimiento. Le puede el miedo, la vergüenza, la oscuridad de la noche. Es la noche cerrada. Cuando los sentidos espirituales se nublan, la oscuridad nos envuelve. La escena resume nuestra realidad frágil, vulnerable… Nuestros deseos de seguir a Jesús quedan velados por nuestra mediocridad. ¿Tenemos solución en tal encrucijada?

 

 

4. La rehabilitación

 

Antes nos preguntábamos: ¿Tenemos solución en tal encrucijada? Sí, hay solución, hay esperanza, hay redención. Escuchemos el evangelio.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (22, 60b-62)

Al punto, cuando Pedro aún estaba hablando, cantó el gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro; éste recordó lo que le había dicho el Señor: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Salió afuera y lloró amargamente.

Sí, hay salida. Pero no por nuestras fuerzas ni por nuestros planes. La mirada de Jesús sobre Pedro es un mensaje misericordioso que le permite a Pedro tomar conciencia de sus ambigüedades. Jesús me mira. Hay unas frases atribuidas a varios místicos en la que se afirma que orar es mirar a Jesús y dejarse mirar por él. Me dejo mirar por Dios. Que su mirada me inunde con su acogida incondicional, la aceptación del vaso de barro que soy junto con el tesoro que va guardado en mí… Recuerdo las palabras del Papa Francisco en la JMJ a los jóvenes:

Nosotros, su Iglesia, somos la comunidad de los que son llamados; no somos los mejores, no, somos todos pecadores, pero somos llamados así como somos. Pensemos un poquito esto en el corazón: somos llamados como somos, con los problemas que tenemos, con las limitaciones que tenemos, con nuestra alegría desbordante, con nuestras ganas de ser mejores, con nuestras ganas de triunfar. Somos llamados como somos. Piensen esto: Jesús me llama como soy, no como quisiera ser. Somos comunidad de hermanos y hermanas de Jesús, hijos e hijas del mismo Padre.

Hay esperanza. Igual que Jesús nunca increpó a Pedro ni le pidió cuentas, sino que le constituyó “piedra” de la Iglesia, también a nosotros nos acoge como somos, nos abraza y nos lanza a ser reflejo del Amor infinito de Dios entre nuestras familias, nuestros convecinos, nuestros compañeros,… Esto nos pide ser agradecidos.

En el silencio, agradecemos a Dios su inmensa bondad haciendo nuestro el canto de acción de gracias por los frágiles, por nuestra vulnerabilidad, por nuestra fragilidad.

 

 

El tiempo se acaba. Nos vamos a ir. Pero lo vamos a hacer despidiéndonos unos a otros, no solo a los que están cerca sino a más asistentes esta noche. Y cuando nos despidamos nos diremos: “Felicidades por ser mirado/a y llamado/a como eres”.

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