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Noches de Pan y Luz 24 de agosto

Getsemaní

Querido amigo, querida amiga: gracias por unirte a nuestro encuentro de oración desde la distancia. A continuación verás los materiales (canciones, lecturas, comentarios) que hemos preparado para el encuentro de Noches de Pan y Luz de hoy, día 24 de agosto. Esperamos que te ayuden a tener tu propio momento de oración en casa, o en cualquier otro lugar desde el que decidas acompañarnos.

 

Presentación

Queridos todos, nos unimos de nuevo en esta noche para orar juntos en Adoración. Abramos el corazón a la Presencia de Jesús Eucarístico, que se queda con nosotros hasta el fin de los tiempos, acompañando al mundo y a cada uno en Su Getsemaní. Hoy nos unimos en el huerto con el Señor. En nuestro propio Getsemaní y en el del prójimo. Acompañamos al Señor y nos dejamos acompañar. En este huerto cabemos todos, cada situación. Solo el Amor puede traspasar las realidades y transformarlas. Hoy nos dejaremos ayudar por Teresa de Jesús. Aprendamos con ella a orar con la humanidad de Jesús como mediación entre nosotros y el Padre, y a llevar nuestra vida ante Él. Abramos el oído y el corazón a la Palabra:


Evangelio de Marcos 14, 32-50

Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: «Quedaos aquí, mientras yo voy a orar». Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse. Entonces les dijo: «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quedaos aquí velando». Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora. Y decía: «Abba –Padre– todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora? Permaneced despiertos y orad para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil». Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras. Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle. Volvió por tercera vez y les dijo: «Ahora podéis dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar». Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado esta señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado». Apenas llegó, se le acercó y le dijo: «Maestro», y lo besó. Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron. Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús les dijo: «Como si fuera un bandido, habéis salido a arrestarme con espadas y palos. Todos los días estaba entre vosotros enseñando en el Templo y no me arrestasteis. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras». Entonces todos lo abandonaron y huyeron.

 

Oración del Huerto Teresa de Jesús. Vida 9, 4

Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas acuérdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me atormentaban. Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones. Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir.

 

Camino de Perfección Teresa de Jesús. CAP. 26

5. Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma!; pues, con ser el mismo sufrimiento, la dice y se queja de ella. O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por Él, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Os mirará Él con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vais vos con Él a consolar y volváis la cabeza a mirarle. 6. «¡Oh, Señor del mundo, verdadero Esposo mío!» -le podéis vos decir, si se os ha enternecido el corazón de verle tal, que no sólo queráis mirarle, sino que os holguéis de hablar con Él, no oraciones compuestas, sino de la pena de vuestro corazón, que las tiene Él en muy mucho-, ¿tan necesitado estáis, Señor mío y Bien mío, que queréis admitir una pobre compañía como la mía, y veo en vuestro semblante que os habéis consolado conmigo? Pues ¿cómo, Señor, es posible que os dejan sólo los ángeles y que aún no os consuela vuestro Padre? Si es así, Señor, que todo lo queréis pasar por mí, ¿qué es esto que yo paso por Vos?, ¿de qué me quejo? Que ya he vergüenza de que os he visto tal, que quiero pasar, Señor, todos los trabajos que me vinieren y tenerlos por gran bien por imitaros en algo. Juntos andemos, Señor; por donde fuereis, tengo de ir; por donde pasaréis, tengo de pasar.

 

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